domingo, 11 de diciembre de 2011

Cerrado por vacaciones.

Lágrimas de papel, dicotomía entre dos mundos; el sensual y el psicológico. Dos palabras algo diferentes y relacionadas entre sí; amor y caridad. Sin saber qué es una respecto a la otra, cabe destacar su similitud tras un apagado adiós. Una fría y dolorosa despedida que ya no significa un «hasta pronto» momentáneo, sino más bien un «ya no soy feliz, no me llenas como antes». Tras introducirte en un mundo emergente de ideas fracasadas y lamentos inaguantables, te cansas hasta de ti mismo. ¿De qué sirve arrastrarse? –me pregunto– de nada, para variar. La decisión está tomada y ni la fuerza de las palabras sería capaz de hacer renacer algo que ha muerto y erróneamente hemos adoptado como innato: el amor hacia otra persona.
Cuando somos jóvenes, todo es demasiado hermoso y perspicazmente acabamos actuando como si fuéramos a comernos el mundo, pero sería prudente plantearnos la pregunta que ningún adolescente se formula: ¿eres tonto? Ante la nueva llegada de lo que unos llaman libertad y, otros, mayoría de edad, no somos lo suficientemente maduros para afrontar una vida que requiere un cierto grado de madurez. Carecemos de esa prudencia y habilidad que escasea hasta en los que ya deberían haber madurado. Nos creemos intangibles e inmutables ante una sociedad idealista que, sin darnos cuenta, nos acaba influenciando y manipulando a su antojo. Si no somos capaces de ver eso, ¿cómo vamos a poder afrontar una vida cuando, por lo pronto, lo único que importa es que alguien nos quiera y pierda la cabeza por nosotros? Somos débiles y no tenemos la experiencia requerida como para afrontar un adiós y compaginarlo con nuestro día a día como si de un parpadeo se tratase.
Muy pocos son aquellos que logran superar un adiós en un corto periodo de tiempo. Incluso los más fuertes necesitan de alguien para seguir. Deteniéndonos a reflexionar, me preguntaba la diferencia entre un «adiós» y un «hasta nunca». Por lo que a mí respecta, en muy poco. Al fin y al cabo, un «adiós» y un «hasta nunca» enfrían las cosas por igual. Terminas temblando, destrozado y con doscientos mil pedacitos de sueños esparcidos por lo que queda de ti. ¿Problema? El quiosco cierra los domingos por lo que ni siquiera puedes ir a comprar pegamento. Realmente tiene gracia la metonimia puesto que lo que en un inicio podrían haber sido auténticos lagrimones y palabras que amargarían hasta al más positivo, parece convertirse en esbozos de sonrisa que, a su vez, terminan siendo lo que antes mencionábamos como «caridad». Sí, querido lector, caridad contigo mismo; caridad por no llorar. ¿Para qué hacerlo? Sería una estupidez porque, realmente, eso solo te anima a estar peor, a regodearte por el barro y a aburrirte hasta a ti mismo. Es divertido. Terminas escribiendo gilipolleces. Sí, tonterías que te diría tu alrededor como si las acabasen de sacar de un manual con el título «Cómo superar una ruptura». Es por ello por lo que, te anticipas a ellos para auto-medicarte con un par de sonrisas y, total, para que luego llegue el licenciado de turno a decirte que no te auto-mediques, vaya.
Según los prospectos, la mejor medicina para un «adiós» suele ser un «hola» pero, al igual que todos los años aparecen virus de la gripe nuevos, nunca aparece el «hola» inmanente del «adiós». Suele ser un «hola» nuevo, distinto y aparentemente convincente. Sí, es cierto que ese jarabe es un poco amargo, pero ya se sabe; será bueno tomarlo ya que nos descongestionará el corazón aportándonos fortaleza y vitaminas. Ahora bien, como cualquier crío, solemos repudiar el jarabe el cual tan solo con su olor nos deja tiesos. Huimos de él porque nos gustaba más el anterior, pero claro, como en la farmacia se agotan las existencias y te mandan a tomar por culo a la de guardia, no puedes encontrarlo y necesitas urgentemente algo. Sí. Ya. Ahora. Fascinante el mundo de la medicina, ¿eh? Bueno, ante esta situación y hasta que abran la papelería para ir a por superglue podemos optar por la medicina alternativa: una de risas, una par de tardes de amigos y un buen plato de abrazos (nota: sírvase en frío).
He aquí el quid de la cuestión: ¿quién sería tan ingenuo de conformarse únicamente con eso? Todos queremos más, reconozcámoslo, somos ambiciosos. Al caer la noche, nos convertimos en presas fáciles y nos encontramos solos ante los brazos de Morfeo, nos sentimos estúpidos al abrazarnos a nuestro amigo el oso de peluche y nuestros principios se van a dar un paseo. Sueltas alguna lágrima para después quedarte dormido cual bebé en los brazos de su madre. Suena el despertador. Es temprano y te sientes algo agotado. Abres los ojos, te vistes y te diriges hacia la farmacia y, después, hacia la papelería y en ambas pone: Cerrado por vacaciones. Manda huevos, ¿eh?
By Clara Serer [K's Photograph]

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