lunes, 20 de febrero de 2012

La gran noche, la realidad de los Goya 2012

Hola gente que lee mi blog.
Como prometí ayer vía twitter hoy escribo acerca de la noche de ayer, en la que pudimos ver “la fiesta” del cine español. 


Llegamos allí sobre las 5 de la tarde y nos dimos una vuelta por la zona (perfecta para acorralar, en la imagen marco los principales controles)
Al llegar allí no estábamos solos, habría unas 30 personas esperando ya para el comienzo de la gala justo enfrente de la entrada (detrás de las vallas, por supuesto) y a las 7 de la tarde ya estaban ubicados todos los controles.
Hay que decir que a esta hora, cayeron las páginas oficiales de los premios Goya y la Academia entre otras.
El gallinero
En ese momento, Los agentes empezaron a escoger a gente al azar y a hacer los registros (cacheo, registro de mochilas…) en búsqueda de objetos peligrosos (máscaras de  Guy Fawkes, alegando que eran ilegales) para echar a toda la gente que les pareciese sospechosa de pertenecer a anonymous. "Atentan contra la seguridad" decían. En ese momento yo me acercaba a la parada de metro para encontrarme con un compañero (punto A) y me pude librar del primer registro, pero no nos permitieron volver al perímetro que a esa hora ya se había formado. Decidimos entonces dar un rodeo por la calle Amsterdam buscando algún punto por el que volver a acceder, pero la cosa ya estaba imposible. Hablamos con los agentes de todos y cada uno de los controles, que me remitían al siguiente alegando que necesitaba “un pase de prensa o una acreditación”, de modo que terminamos en el control de la entrada principal a la caza y captura de uno de esos pases maravillosos. Mientras, en la zona del público seguían los controles y los cacheos, pidiendo documentación y evitando que las personas allí congregadas hablasen entre ellos. En total se llevaron a más de una decena de personas.  
Después de retener a mi compañero en el último control (para asegurarse de que yo regresaba) Llegué al interior del palacio de congresos, donde los invitados a la gala estaban desfilando por el Photocall como merecía la ocasión, totalmente ideales. Allí me negaron la acreditación de prensa (ya que, evidentemente, solo era necesaria para el interior del edificio y no para estar en la calle), y logramos que un agente nos escoltase hasta la entrada donde pudimos reencontrarnos con los demás.
Y ahí va lo interesante del tema. Me preguntó si íbamos para ver la llegada de los famosos, y que si era así necesitaba saber dos cosas:

1. La mayoría de los invitados llevaba horas allí, habiendo llegado en taxis pagados por la organización para disimular.
2. A la hora de la gala se subían a un Volvo detrás del edificio (había 5 contratados, también con dinero público) y hacían la entrada triunfal por la parte delantera, donde el  público (pagado, que llegó en autobuses unas horas antes de la Gala) los aplaudían y silbaban para evitar que se escuchase algún grito despectivo por parte de algún anonymous que hubiese podido escapar de la caza de brujas anterior.
A estas alturas no podía creer que un policía estuviese contándome eso, y en cuanto llegamos a la zona del público y de pasar otro control (pese a llegar escoltados) conté todo lo que había pasado a dos periodistas, de El País y RTVE que estaban cubriendo la noticia. Mientras, los agentes no dejaban de rodearnos y mandarnos silencio amenazantes para que dejásemos de preguntar.
Segunda retención, con 5 furgones cercando a la gente
Vista la situación en el interior salimos del cordón policial (no tenía sentido seguir allí) y nos reunimos con el resto de “expulsados” del público (a la salida del metro, donde no se podrían escuchar nuestras voces), y nos organizamos par a dar una vuelta por el exterior del recinto y buscar a más gente en los controles. Pasamos delante de los primeros sin problemas (íbamos andando por la calle con normalidad) hasta que llegamos a la c/de la Ribera de la Serna, donde al vernos nos retuvieron la documentación durante al menos 20 o 30 minutos y sin darnos motivo alguno. Intentamos hacer alguna foto y, sobre todo, twittear para que el otro grupo supiese la situación. Algunos pudimos llamar por teléfono mientras nos miraban desafiantes.
Esa no fue la única retención, pues sobre las 21:30 (cuando ya el grupo había crecido más) hubo otra de más o menos media hora. 
Mientras, en el interior de la Gala, la pantomima continuaba. Lo mejor de todo, las declaraciones del presidente de la Academia:
En la puerta estarán los Anonymous. ¿Qué le pareció la decisión de desvelar datos privados de miembros de la industria – entre ellos su distribuidora – contrarios a la ley Sinde?
Si quieren estar que estén, son ajenos a nosotros, no podemos hacer nada. No me preocupan, hay cosas más importantes. Siempre ha habido fascistas en todas partes, gente que confunde las cosas. Yo no quiero saber nada de gente anónima. No lo denuncié, pero tenía que haber actuado de oficio la Fiscalía.

Y el momento cumbre. 

Termino con la narración de alguien, que resulta interesante no por el contenido, sino por lo que se desprende de ella. 

Perseguís a la gente de quien dependéis, preparamos vuestras comidas, recogemos vuestras basuras, conectamos vuestras llamadas, conducimos vuestras ambulancias, y os protegemos mientras dormís… así que no os metáis con nosotros.
El club de la lucha
Los periódicos dicen que esta noche es la gran fiesta de la cultura, los Goya. Pero se equivocan, esta noche es la gran fiesta de Anonymous…
Encerrados en un búnker fortificado en mitad de la nada, con una doble muralla de antidisturbios, los representantes
Este año el delirio llega al clímax e incluso el público es de mentira. Decenas de chavales pagados gritan piropos a los actores, mientras que el público real es retenido a cientos de metros, cacheado y en el caso de algún Anonymous incluso detenido. “La realidad acaba aquí” dicen las caras de los policías en la primera barrera, “a partir de aquí sólo ficción”.
Una fiesta ficticia, para una industria ficticia que se niega a convertirse en lo que el mundo le exige que sea. Un pobre crío con un fuerte berrinche, que llora y patalea, y nos grita que se lo va a decir a mamá Sinde y a papá Wert, que nos van a cerrar todas las páginas esas tan feas de descargas, y nos va hacer ir al cine y comprar discos por 20 euros aunque no queramos, y que le da igual que nuestros padres sean jueces y hayan dicho que descargarse cosas es legal.
Pero a Anonymous nos gusta jugar. Y sabemos que en este juego no podemos perder. Porque somos el 99%, porque somos reales, porque el mundo que proponemos es infinitamente mejor que el vuestro, porque no podéis encerrar a una idea. Y no vamos a dejar de jugar hasta que acabemos con la industria cultural, y entonces sólo quede Cultura. Porque ese es el problema, que habéis intentado hacer una industria de la cultura, pero eso es imposible, porque la cultura fluye como el agua, colándose por todas las grietas, permeándolo todo, llenando de vida los cerebros que vosotros tanto adormecéis.
Y esta noche una vez más vamos a colarnos por las grietas de vuestra gran fiesta para recordároslo.
La primera imagen al llegar es aberrante. Glamourosas actrices enfundadas en trajes imposibles se ven obligadas a recorrer a pie las decenas de metros que separan la primera barrera de público real (muchos Anonymous entre ellos) de la entrada al recinto y el público ficticio. Jóvenes cacheados, decenas de antidisturbios y tacones que no se han hecho para recorrer el desierto que separa lo real de lo ficticio. Un descuido por un lado, un acercarse a la gente adecuada, y ya varios hemos superado la primera barrera.
Ahora esperamos junto al público de cartón y vemos como van llegando los autohomenajeados. Al entrar el último famoso alguien hace una señal, y el público inflable desaparece en perfecta formación hacia el autobús que les traía. Atónitos, sólo los intrusos permanecemos en la puerta. Un Anonymous se hace fotos en la entrada, mientras yo desaparezco en el interior en un nuevo descuido de la (creo) jefa de seguridad. Esa misma que luego me diría que era “¡imposible!” que yo hubiera entrado por ahí, y que sonreía con profunda malicia creyendo que había fracasado. Este twitt que he encontrado te lo dedico a ti, encanto. No existe la seguridad, si lo que intentáis es protegeros del 99%. Es pura ilusión, no nos podéis dejar fuera, siempre alguno encontraremos la manera de entrar. Y bailaremos y cantaremos en vuestra fiesta, y os recordaremos que sois feos, y que el mundo que nos imponéis no nos gusta, y no será.
La ceremonia (en este caso el nombre es perfecto) llega al mejor director. “Los finalistas son…”, y entonces cruzo el escenario y me dejo ver. No hay que hacer nada más. No hay que gritar, no hay que instalarse, no hace falta sacar pancartas reivindicando nada. Sólo un segundo en sus retinas, un fotograma perdido en el rollo, pero es una imagen que ya no pueden olvidar. Una imagen que inunda las dos horas y media de gala y les recuerda que no pueden olvidarse de todos nosotros, que no pueden ganar, que no nos vamos a cansar nunca. Una imagen que incendia las redes junto a la página de los Goya tirada abajo por miles de Anonymous, y que representan el brindis final de nuestra fiesta.
No nos podéis etiquetar y encerrar, porque somos cualquiera.
No nos podéis frenar, porque tenemos razón, pero sobre todo porque esto es lo que nos divierte y emociona.
No nos podéis ganar en las redes, porque las redes son nuestras.
No podéis convertir la vida en un negocio, porque la vida no tolera los límites.
Volvéis a perder.
No olvidamos, no perdonamos.
Somos anónimos, somos legión.



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