Caracterizada por un extremo temor a la soledad y al rechazo, la dependencia afectiva o emocional es un problema psico-conductual de carácter existencial que se manifiesta a través de las relaciones interpersonales (amorosas, amistosas, familiares, laborales...) y que inhabilita para la libertad individual a quien lo padece anulándole como persona y recluyéndole a una prisión interior de miedo, sumisión, pasividad, autoengaño y negación de la realidad.
La dependencia emocional tiene sus antecedentes en la infancia, en toda una serie de necesidades afectivas insatisfechas en la niñez, y desde allí genera su propio desarrollo subconsciente durante la formación emocional del individuo hasta su maduración y etapa adulta.
El nivel de carencias emocionales vendrá basado en la educación y el cariño que hayamos recibido desde niños, el nivel de seguridad afectiva que nos hayan trasmitido nuestros padres y nuestra familia. Es esto lo que diferencia a un adulto bien formado afectivamente, de un niño con carencias afectivas, ñoño y blando.
La estructura familiar actual basa la forma de educar a los niños desde pequeños, en muchos casos, en pequeños chantajes emocionales, que van calando poco a poco en nuestro subconsciente. A todos nos han amenazado desde críos con dejarnos de querer si no llegamos a hacer algo: ‘O recoges tu habitación, o mamá se enfada y ya no te quiere’, esto crea un miedo atroz en un niño, que ve que puede perder el cariño y la protección de sus padres: ‘O estudias, o te metemos en un internado’, ‘O te callas, o te lleva el hombre del saco’. Y , grano a grano, todas estas experiencias van conformando nuestra personalidad: poco a poco nos acostumbramos y vemos como natural el hecho de que para evitar perder el afecto de quienes queremos tengamos que renunciar a nuestros intereses permitiendo que nos gobiernen los de ellos, doblegando nuestra voluntad y convirtiéndonos en seres sumisos y sin libertad alguna.
O sea, todo se basará en el nivel de protección que nos hayan podido dar nuestros padres y en el miedo que hayamos tenido, influenciados por ellos o no, a perder ese afecto. Esto crea personas con dependencias afectivas, con poca seguridad en si mismos y que van a necesitar de la aprobación y opinión, durante toda su vida y si no ponen remedio, de otras personas para poder construir su propia autoestima.
Equivocadamente en su vida de adultos, han decidido que otras personas deben cubrir las carencias tempranas de un afecto y una aprobación que no tuvieron en la infancia.
¿Cómo es el dependiente emocional?
1. Sólo siente que vale la pena si su familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo....lo aprueban. Necesita estar en manos de otras personas para percibir lo bueno de su propia imagen.
2. Sólo se siente feliz si los demás están contentos con él. Esto le provoca un profundo temor a que lo que diga o haga pueda ofender a alguien y que lo rechacé, y por tanto prefiere callar o dejar de actuar para evitar los conflictos y la posibilidad de ser desplazado.
3. Está constantemente anteponiendo las necesidades, demandas y deseos de los demás a las propias. Dice ‘sí’ cuando desearía decir ‘no’, y así, en vez de afirmar su personalidad y construir libremente su propia autoestima busca obtener esta autoestima a través de la opinión de los demás.
¿Cómo son las relaciones interpersonales que establece el que padece dependencia emocional?
Se trata, siempre, de relaciones marcadas por la preocupación, de relaciones insanas, que no se viven, sino que se malviven porque:
a) El dependiente emocional no piensa en otra cosa que lucir una buena apariencia y caer bien, incluso a personas que ve por primera vez o a desconocidos; está obsesionado con ello y sus actuaciones jamás son espontáneas ni naturales sino previamente calculadas para obtener aprobación. La necesidad de estar siempre a la altura lleva al dependiente a estados de profunda ansiedad cuando la respuesta en los otros no es la que esperaba. Que otra persona mantenga sencillamente otra opinión es para él una gran fuente de preocupación y angustia ya que pasa a ser entendido como un fracaso que amenaza con desplazarle y abrirle las puertas al rechazo.
b) El dependiente vive por y para los demás, haciendo en muchas ocasiones regalos o favores que no le piden, sólo para llamar la atención y ser premiado por ello con afecto y aprobación. Si después de sus ‘bondadosas’ actuaciones no encuentra la gratificación que esperaba le atormentan ideas negativas: si sus amigos, parientes, compañeros de trabajo no responden como el querría es porque él no es suficiente para ellos, porque en realidad él es una mierda.
c) El dependiente analiza constantemente todas las situaciones, que necesita tener controladas a toda costa, y determina que son a causa suya unos comportamientos ajenos que nada tienen que ver con él. Así, si en medio de una conversación, el otro muestra signos de cansancio, será porque se aburre con él, no porque tenga sueño.
Y al revés: cuando se dé un claro comportamiento de rechazo, el dependiente, incapaz de asumirlo, buscará para sí miles de pretextos y excusas para justificarlo, negará ante sus ojos la realidad y se autoengañará intentando mantener a la fuerza un vínculo que ya caducó y que sólo es vivo en su consciencia. Ni siquiera en su inconsciencia.
Así es como el dependiente afectivo vive al margen de la realidad, constantemente pensando, valorando, sospesando, obsesionado con sus análisis, sus dudas, sus miedos, sus justificaciones, como encerrado en un castillo de cristal, velando por todas sus ficticias propiedades. Mientras tanto, afuera, la vida transcurre fresca y limpia, el cielo es real, los campos son verde vivo, las cosas suceden porque suceden, sin más, y la gente actúa y hace en lugar de pensar y analizar, y él, desde la ventana, mira con envidia y hasta con cierto recelo. Pero sólo cuando sabe que nadie le está viendo mirar.
En un porcentaje muy elevado de casos el dependiente emocional no es consciente de su problema nuclear, atribuyendo a otras causas su sintomatología más directa. Sus quejas son unas, pero su problema real es otro. Así, el primer paso para tratar su dependencia será la toma de conciencia de este problema, dimensionándolo y evaluándolo adecuadamente y vislumbrando y afianzando la necesidad de un cambio. Hecho esto tendrá que analizar poco a poco la construcción biográfica de su capacidad emocional como reflejo de su relación consigo mismo. Finalmente deberá cambiar la gestión de sus necesidades, miedos y deseos más básicos promocionando su autonomía desde el realismo y reconstruyendo su propia autoimagen para adquirir una nueva identidad, Para todo ello hay que: liberarse del sentimiento de desprotección y superar las ideas irracionales al respecto; asumir constructivamente la propia culpa, sin exculpaciones ni autoreproches infructuosos; aprender a sentirse bien sin necesidad de complacer; aprender a tomar decisiones por sí mismo y siendo siempre consecuente con ellas, con más criterio ; atenderse más y mejor a sí mismo y no sobreimplicarse con los demás; respetar la propia autonomía y también la de los demás; sustituir quejas por alternativas y establecer soluciones o objetivos factibles a corto plazo.
La dependencia afectiva que acabamos de describir es la más profunda de las que existen y afecta a todos los niveles interpersonales de la víctima (amoroso, amistoso, familiar, laboral...) anulando completamente su libertad y autonomía. Por ello es que se recomienda a quien la padezca ponerse en manos de un especialista.
Sin embargo, en muchas ocasiones la dependencia emocional se presenta sólo a nivel amoroso. Se trata de personas que, aunque tienen carencias emocionales, son capaces de hacer amigos y mantener con ellos relaciones sanas y desinteresadas porque han canalizado toda su necesidad de afecto al plano estrictamente amoroso, al que más fuerza le otorgan.
La dependencia emocional amorosa
Siempre hemos oído que emparejarse es la finalidad de todo ser vivo. Emparejarse, con el fin de procrear y tener nuestra propia descendencia. Es algo natural y necesario para la supervivencia de las especies.
Algunas culturas consideran al verdadero individuo humano como la pareja hombre-mujer, no teniendo sentido la vida sin otra persona al lado.
En nuestra sociedad hay cientos de metáforas y alegorías sobre el estado ideal de los seres vivos, considerando este como la unión entre dos individuos de diferente sexo: ‘Cada oveja con su pareja’, ‘la media naranja’... pocas personas planifican su futuro y se lo imaginan viviendo solas.
El problema lo hallamos cuando, por la presión social, o por las carencias afectivas de cada uno, este hecho de emparejarse se vuelve algo obsesivo y el no conseguirlo hace pensar a esa persona que no va a poder realizarse y ser feliz. Todos hemos vivido una boda o un encuentro familiar en el que nos han agobiado a preguntas sobre si tenemos o no novio o novia. Parece que un reportero de ‘Aquí hay tomate’ ha tomado la forma de tu tía y los langostinos te están empezando a saber a verduras rehogadas.
Todas las relaciones tienen en cierta medida un grado de dependencia emocional del uno sobre el otro. Esto permite que la relación funcione, aportando cada parte de la pareja muestras de cariño y afecto que hacen que la otra persona se sienta querida y realizada. Esto es beneficioso en toda pareja y forma parte de una relación sana, equilibrada y satisfactoria.
De hecho; Todo el mundo es dependiente emocional en mayor o menor grado. Todas las personas necesitan del afecto y la comprensión de los demás. A pesar de poder tener una inteligencia emocional de grado supremo, que nos permita controlar las emociones frente a las adversidades, en el fondo de toda persona fuerte vamos a hallar algún grado de necesidad afectiva.
No por saber controlar nuestras emociones significará que no las tengamos. Y el tenerlas no es signo de debilidad, siempre que el carecer de atenciones especiales, no signifique un hundimiento en nuestra persona.
El problema lo encontraremos en parejas donde este equilibrio está roto y la balanza de los sentimientos está decantada hacia una de las partes que no se siente lo suficientemente querida. Este hecho puede ser aprovechado por la otra parte para imponer su voluntad y sacar un beneficio de la otra persona. Tenemos una garrapata que va a chupar hasta última gota de sangre del perro arrastrado de su pareja.
Cuando el miedo a perder a la persona que quieres atenaza tus sentidos y no te deja pensar con la suficiente claridad, sientes miedo a quedarte sólo, siempre accedes a todas sus propuestas aunque no quieras o no te apetezca, tiemblas ante la idea de que ella rechace tus opiniones y que lo que digas o hagas pueda ofenderla, evitas los desacuerdos con ella para que no te rechace, no hay duda; Eres una persona con dependencias emocionales. Estás poniendo en manos de tu pareja la forma de conseguir tu propia felicidad y sacrificas tus deseos por miedo a que te deje o te rechace. Tu propia autoestima se basa en la opinión de tu pareja, en lugar de intentar construirla y moldearla por ti mismo, creando tu propia personalidad.
En este momento, dejas que tu novia tenga todas las piezas del Lego y se va a construir la figura que más la guste, para luego romperla de una patada. Luego no digas que te han hecho pedazos...
Puedes achacar todos tus problemas a lo cruel que es contigo, pero el problema de base está en ti y debes trabajar para solucionarlo, o no encontrarás la felicidad en ninguna persona.
¿Cómo es y cómo son las relaciones amorosas que mantiene el que padece dependencia emocional (amorosa o genérica)?
Una persona con ese tipo de dependencia hará, del hecho de no encontrar pareja, un auténtico drama de niveles mundiales. Ver que no encuentra la chica que tiene que cubrir esa carencia puede hacerle caer en terribles depresiones o puede incluso llevarle a emparejarse con la primera persona que se cruce en su camino.
Su pareja ideal, y lo que le atrae ante todo, será una persona que tenga lo que a él le falta; seguridad, o al menos que la aparente. Cuando encuentra pareja, la ‘endiosa’ rápidamente y la ve como la persona a la que siempre ha estado buscando y la que compartirá con él el resto de su vida.
Si acaba con una persona que quiera aprovecharse, sacará partido de la relación y se beneficiará del estado de dominio sobre el infeliz. Puede que reciba malos tratos psicológicos, desprecios, rechazará su debilidad y ante una persona que no se quiere a si misma no tendrá compasión.
En lugar de aportar una personalidad definida y fuerte, mostrará una personalidad voluble y variable, que dependerá de lo que crea que ese momento que agrada a su pareja.
Nos encontramos ante una persona que se mostrará sumisa en todo momento, por miedo a perder a su pareja. Tendrá un apego desmedido, e idealizará al hombre o a la mujer de la que está enamorado, viéndola como el sumum de su felicidad. Se verá por debajo de ella, ya que posee una baja autoestima; En esa persona todo son virtudes, en si mismo/a no ve más que defectos.
No será una relación en la que se intercambien experiencias y valores de forma rica y enriquecedora. La otra persona asumirá su papel dominante y el dependiente acatará sus deseos. Los continuos desprecios y faltas de atenciones, no harán más que empeorar la falta de autoestima. El tener a un dependiente emocional como pareja, hará que asuma ‘aires de grandeza’ y reafirmará al dominante por encima de la situación, adquiriendo un concepto de si mismo muy superior a lo real y facilitará que ‘busque más allá’ de la relación.
El dependiente hará que su inseguridad agobie continuamente a la pareja y esté continuamente pendiente de ella. Llamadas constantes, preguntas incesantes, vigilancia, curiosidad desmedida por saber todos los detalles de lo que haya hecho cuando no estaba delante. Necesita conseguir en todo momento muestras de cariño.
No se va a sentir nunca seguro en la relación y va a necesitar un cordón que le una constantemente a la persona de la que es dependiente, un contacto directo a cada momento.
Todo esto acabará en una ruptura de forma inevitable. Las consecuencias para el dependiente serán signos de ansiedad, posibles depresiones y deseo desmedido por recuperar a la pareja. No puede imaginar su vida sin la persona que rellenaba su hueco emocional.
El intentar recuperar a la ex pareja y no hará más que conseguir que ella se aleje aún más y cayendo en una espiral de desesperación. En este punto, tras arduos intentos por recuperarla y al perderla de forma definitiva, tratará de compensar su vacío emocional con otra nueva pareja. La historia comenzará de nuevo...
La felicidad de cada uno va con uno mismo. El buscar fuera lo que nos falta a nosotros es un error que nos convierte en ‘vampiros de sentimientos’ y consigue alejar a las personas que lo último que quieren es un niño al que cuidar.
La dependencia emocional tiene sus antecedentes en la infancia, en toda una serie de necesidades afectivas insatisfechas en la niñez, y desde allí genera su propio desarrollo subconsciente durante la formación emocional del individuo hasta su maduración y etapa adulta.
El nivel de carencias emocionales vendrá basado en la educación y el cariño que hayamos recibido desde niños, el nivel de seguridad afectiva que nos hayan trasmitido nuestros padres y nuestra familia. Es esto lo que diferencia a un adulto bien formado afectivamente, de un niño con carencias afectivas, ñoño y blando.
La estructura familiar actual basa la forma de educar a los niños desde pequeños, en muchos casos, en pequeños chantajes emocionales, que van calando poco a poco en nuestro subconsciente. A todos nos han amenazado desde críos con dejarnos de querer si no llegamos a hacer algo: ‘O recoges tu habitación, o mamá se enfada y ya no te quiere’, esto crea un miedo atroz en un niño, que ve que puede perder el cariño y la protección de sus padres: ‘O estudias, o te metemos en un internado’, ‘O te callas, o te lleva el hombre del saco’. Y , grano a grano, todas estas experiencias van conformando nuestra personalidad: poco a poco nos acostumbramos y vemos como natural el hecho de que para evitar perder el afecto de quienes queremos tengamos que renunciar a nuestros intereses permitiendo que nos gobiernen los de ellos, doblegando nuestra voluntad y convirtiéndonos en seres sumisos y sin libertad alguna.
O sea, todo se basará en el nivel de protección que nos hayan podido dar nuestros padres y en el miedo que hayamos tenido, influenciados por ellos o no, a perder ese afecto. Esto crea personas con dependencias afectivas, con poca seguridad en si mismos y que van a necesitar de la aprobación y opinión, durante toda su vida y si no ponen remedio, de otras personas para poder construir su propia autoestima.
Equivocadamente en su vida de adultos, han decidido que otras personas deben cubrir las carencias tempranas de un afecto y una aprobación que no tuvieron en la infancia.
¿Cómo es el dependiente emocional?
1. Sólo siente que vale la pena si su familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo....lo aprueban. Necesita estar en manos de otras personas para percibir lo bueno de su propia imagen.
2. Sólo se siente feliz si los demás están contentos con él. Esto le provoca un profundo temor a que lo que diga o haga pueda ofender a alguien y que lo rechacé, y por tanto prefiere callar o dejar de actuar para evitar los conflictos y la posibilidad de ser desplazado.
3. Está constantemente anteponiendo las necesidades, demandas y deseos de los demás a las propias. Dice ‘sí’ cuando desearía decir ‘no’, y así, en vez de afirmar su personalidad y construir libremente su propia autoestima busca obtener esta autoestima a través de la opinión de los demás.
¿Cómo son las relaciones interpersonales que establece el que padece dependencia emocional?
Se trata, siempre, de relaciones marcadas por la preocupación, de relaciones insanas, que no se viven, sino que se malviven porque:
a) El dependiente emocional no piensa en otra cosa que lucir una buena apariencia y caer bien, incluso a personas que ve por primera vez o a desconocidos; está obsesionado con ello y sus actuaciones jamás son espontáneas ni naturales sino previamente calculadas para obtener aprobación. La necesidad de estar siempre a la altura lleva al dependiente a estados de profunda ansiedad cuando la respuesta en los otros no es la que esperaba. Que otra persona mantenga sencillamente otra opinión es para él una gran fuente de preocupación y angustia ya que pasa a ser entendido como un fracaso que amenaza con desplazarle y abrirle las puertas al rechazo.
b) El dependiente vive por y para los demás, haciendo en muchas ocasiones regalos o favores que no le piden, sólo para llamar la atención y ser premiado por ello con afecto y aprobación. Si después de sus ‘bondadosas’ actuaciones no encuentra la gratificación que esperaba le atormentan ideas negativas: si sus amigos, parientes, compañeros de trabajo no responden como el querría es porque él no es suficiente para ellos, porque en realidad él es una mierda.
c) El dependiente analiza constantemente todas las situaciones, que necesita tener controladas a toda costa, y determina que son a causa suya unos comportamientos ajenos que nada tienen que ver con él. Así, si en medio de una conversación, el otro muestra signos de cansancio, será porque se aburre con él, no porque tenga sueño.
Y al revés: cuando se dé un claro comportamiento de rechazo, el dependiente, incapaz de asumirlo, buscará para sí miles de pretextos y excusas para justificarlo, negará ante sus ojos la realidad y se autoengañará intentando mantener a la fuerza un vínculo que ya caducó y que sólo es vivo en su consciencia. Ni siquiera en su inconsciencia.
Así es como el dependiente afectivo vive al margen de la realidad, constantemente pensando, valorando, sospesando, obsesionado con sus análisis, sus dudas, sus miedos, sus justificaciones, como encerrado en un castillo de cristal, velando por todas sus ficticias propiedades. Mientras tanto, afuera, la vida transcurre fresca y limpia, el cielo es real, los campos son verde vivo, las cosas suceden porque suceden, sin más, y la gente actúa y hace en lugar de pensar y analizar, y él, desde la ventana, mira con envidia y hasta con cierto recelo. Pero sólo cuando sabe que nadie le está viendo mirar.
En un porcentaje muy elevado de casos el dependiente emocional no es consciente de su problema nuclear, atribuyendo a otras causas su sintomatología más directa. Sus quejas son unas, pero su problema real es otro. Así, el primer paso para tratar su dependencia será la toma de conciencia de este problema, dimensionándolo y evaluándolo adecuadamente y vislumbrando y afianzando la necesidad de un cambio. Hecho esto tendrá que analizar poco a poco la construcción biográfica de su capacidad emocional como reflejo de su relación consigo mismo. Finalmente deberá cambiar la gestión de sus necesidades, miedos y deseos más básicos promocionando su autonomía desde el realismo y reconstruyendo su propia autoimagen para adquirir una nueva identidad, Para todo ello hay que: liberarse del sentimiento de desprotección y superar las ideas irracionales al respecto; asumir constructivamente la propia culpa, sin exculpaciones ni autoreproches infructuosos; aprender a sentirse bien sin necesidad de complacer; aprender a tomar decisiones por sí mismo y siendo siempre consecuente con ellas, con más criterio ; atenderse más y mejor a sí mismo y no sobreimplicarse con los demás; respetar la propia autonomía y también la de los demás; sustituir quejas por alternativas y establecer soluciones o objetivos factibles a corto plazo.
La dependencia afectiva que acabamos de describir es la más profunda de las que existen y afecta a todos los niveles interpersonales de la víctima (amoroso, amistoso, familiar, laboral...) anulando completamente su libertad y autonomía. Por ello es que se recomienda a quien la padezca ponerse en manos de un especialista.
Sin embargo, en muchas ocasiones la dependencia emocional se presenta sólo a nivel amoroso. Se trata de personas que, aunque tienen carencias emocionales, son capaces de hacer amigos y mantener con ellos relaciones sanas y desinteresadas porque han canalizado toda su necesidad de afecto al plano estrictamente amoroso, al que más fuerza le otorgan.
La dependencia emocional amorosa
Siempre hemos oído que emparejarse es la finalidad de todo ser vivo. Emparejarse, con el fin de procrear y tener nuestra propia descendencia. Es algo natural y necesario para la supervivencia de las especies.
Algunas culturas consideran al verdadero individuo humano como la pareja hombre-mujer, no teniendo sentido la vida sin otra persona al lado.
En nuestra sociedad hay cientos de metáforas y alegorías sobre el estado ideal de los seres vivos, considerando este como la unión entre dos individuos de diferente sexo: ‘Cada oveja con su pareja’, ‘la media naranja’... pocas personas planifican su futuro y se lo imaginan viviendo solas.
El problema lo hallamos cuando, por la presión social, o por las carencias afectivas de cada uno, este hecho de emparejarse se vuelve algo obsesivo y el no conseguirlo hace pensar a esa persona que no va a poder realizarse y ser feliz. Todos hemos vivido una boda o un encuentro familiar en el que nos han agobiado a preguntas sobre si tenemos o no novio o novia. Parece que un reportero de ‘Aquí hay tomate’ ha tomado la forma de tu tía y los langostinos te están empezando a saber a verduras rehogadas.
Todas las relaciones tienen en cierta medida un grado de dependencia emocional del uno sobre el otro. Esto permite que la relación funcione, aportando cada parte de la pareja muestras de cariño y afecto que hacen que la otra persona se sienta querida y realizada. Esto es beneficioso en toda pareja y forma parte de una relación sana, equilibrada y satisfactoria.
De hecho; Todo el mundo es dependiente emocional en mayor o menor grado. Todas las personas necesitan del afecto y la comprensión de los demás. A pesar de poder tener una inteligencia emocional de grado supremo, que nos permita controlar las emociones frente a las adversidades, en el fondo de toda persona fuerte vamos a hallar algún grado de necesidad afectiva.
No por saber controlar nuestras emociones significará que no las tengamos. Y el tenerlas no es signo de debilidad, siempre que el carecer de atenciones especiales, no signifique un hundimiento en nuestra persona.
El problema lo encontraremos en parejas donde este equilibrio está roto y la balanza de los sentimientos está decantada hacia una de las partes que no se siente lo suficientemente querida. Este hecho puede ser aprovechado por la otra parte para imponer su voluntad y sacar un beneficio de la otra persona. Tenemos una garrapata que va a chupar hasta última gota de sangre del perro arrastrado de su pareja.
Cuando el miedo a perder a la persona que quieres atenaza tus sentidos y no te deja pensar con la suficiente claridad, sientes miedo a quedarte sólo, siempre accedes a todas sus propuestas aunque no quieras o no te apetezca, tiemblas ante la idea de que ella rechace tus opiniones y que lo que digas o hagas pueda ofenderla, evitas los desacuerdos con ella para que no te rechace, no hay duda; Eres una persona con dependencias emocionales. Estás poniendo en manos de tu pareja la forma de conseguir tu propia felicidad y sacrificas tus deseos por miedo a que te deje o te rechace. Tu propia autoestima se basa en la opinión de tu pareja, en lugar de intentar construirla y moldearla por ti mismo, creando tu propia personalidad.
En este momento, dejas que tu novia tenga todas las piezas del Lego y se va a construir la figura que más la guste, para luego romperla de una patada. Luego no digas que te han hecho pedazos...
Puedes achacar todos tus problemas a lo cruel que es contigo, pero el problema de base está en ti y debes trabajar para solucionarlo, o no encontrarás la felicidad en ninguna persona.
¿Cómo es y cómo son las relaciones amorosas que mantiene el que padece dependencia emocional (amorosa o genérica)?
Una persona con ese tipo de dependencia hará, del hecho de no encontrar pareja, un auténtico drama de niveles mundiales. Ver que no encuentra la chica que tiene que cubrir esa carencia puede hacerle caer en terribles depresiones o puede incluso llevarle a emparejarse con la primera persona que se cruce en su camino.
Su pareja ideal, y lo que le atrae ante todo, será una persona que tenga lo que a él le falta; seguridad, o al menos que la aparente. Cuando encuentra pareja, la ‘endiosa’ rápidamente y la ve como la persona a la que siempre ha estado buscando y la que compartirá con él el resto de su vida.
Si acaba con una persona que quiera aprovecharse, sacará partido de la relación y se beneficiará del estado de dominio sobre el infeliz. Puede que reciba malos tratos psicológicos, desprecios, rechazará su debilidad y ante una persona que no se quiere a si misma no tendrá compasión.
En lugar de aportar una personalidad definida y fuerte, mostrará una personalidad voluble y variable, que dependerá de lo que crea que ese momento que agrada a su pareja.
Nos encontramos ante una persona que se mostrará sumisa en todo momento, por miedo a perder a su pareja. Tendrá un apego desmedido, e idealizará al hombre o a la mujer de la que está enamorado, viéndola como el sumum de su felicidad. Se verá por debajo de ella, ya que posee una baja autoestima; En esa persona todo son virtudes, en si mismo/a no ve más que defectos.
No será una relación en la que se intercambien experiencias y valores de forma rica y enriquecedora. La otra persona asumirá su papel dominante y el dependiente acatará sus deseos. Los continuos desprecios y faltas de atenciones, no harán más que empeorar la falta de autoestima. El tener a un dependiente emocional como pareja, hará que asuma ‘aires de grandeza’ y reafirmará al dominante por encima de la situación, adquiriendo un concepto de si mismo muy superior a lo real y facilitará que ‘busque más allá’ de la relación.
El dependiente hará que su inseguridad agobie continuamente a la pareja y esté continuamente pendiente de ella. Llamadas constantes, preguntas incesantes, vigilancia, curiosidad desmedida por saber todos los detalles de lo que haya hecho cuando no estaba delante. Necesita conseguir en todo momento muestras de cariño.
No se va a sentir nunca seguro en la relación y va a necesitar un cordón que le una constantemente a la persona de la que es dependiente, un contacto directo a cada momento.
Todo esto acabará en una ruptura de forma inevitable. Las consecuencias para el dependiente serán signos de ansiedad, posibles depresiones y deseo desmedido por recuperar a la pareja. No puede imaginar su vida sin la persona que rellenaba su hueco emocional.
El intentar recuperar a la ex pareja y no hará más que conseguir que ella se aleje aún más y cayendo en una espiral de desesperación. En este punto, tras arduos intentos por recuperarla y al perderla de forma definitiva, tratará de compensar su vacío emocional con otra nueva pareja. La historia comenzará de nuevo...
La felicidad de cada uno va con uno mismo. El buscar fuera lo que nos falta a nosotros es un error que nos convierte en ‘vampiros de sentimientos’ y consigue alejar a las personas que lo último que quieren es un niño al que cuidar.
Visto vía: PAS
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