Me gustaría poder tocar el arco iris y escribir en mil
versos los latidos de tu corazón. Bañarme en sonrisas y reír en anhelos de
sobriedad convincente. Recordarte en mis reflejos solamente pudiéndote observar
en una incubadora de distancia. Comer a tu salud disfrutando de cada mordisco y
parándome en cada uno para no dejar de recordarte.
Sentirte dentro pero distante aglutinando cada palabra en un
pequeño monedero, y protegerlo de ladrones de felicidad. No lo tocarán mientras
me quede un aliento, no te olvidaré mientras pase el tiempo y sé que bajo tu
capa selectiva hay un hueco para mi, pequeño, pero tampoco necesito más.
Con tu permiso, déjame entrar en tu habitación y que me
calme el desorden, que estemos fresquitos y a la vez juntos a la luz de una
pantalla que se cierra bajo inutilidad, y que eso nos una hasta que seamos uno.
Hasta que las historias nos frenen y no nos dejen continuar, pero sabiendo que
somos libres. Disfrutando de nuestra libertad hasta que me suene el bolsillo y
te tenga que decir adiós.
Acompáñame por el bosque con sectores oscuros y caminos
alternativos llenos de luz. Espérame y haz un trato que no pueda rechazar, que
no pueda olvidar, y que el ruido de los coches no nos deje escuchar la
respuesta, que me la digan tus ojos y no te haga falta asentir, o disentir
quien sabe mientras espero la luz verde.
Verte alejar y sentir que dejo algo hasta dentro de mucho, y
saber que dentro de mucho hay poco, pero que ese poco es por ti y durará tanto
como los kilómetros que nos separan.
Publicado en Literalia
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