A veces tengo la sensación de que las cosas más sencillas son las más difíciles de conseguir. Es como cuando quieres algo así como inalcanzable y, sin embargo, lo tienes a unos metros de ti, que con estirar la mano lo rozarías con los dedos. Esa es la sensación de que nunca tienes lo que quieres. ¿Alguna vez supiste de mi existencia? Probablemente no, qué cosas tengo. Es como pensar que te puedes acordar de aquel anciano que miraba desde el bus a la gente de la parada.
Siempre crees que estas cosas pueden funcionar, a la misma vez que ves que los milagros no son algo de una hora. En el mismo momento en que una luz roja se enciende en tu cabeza como un semáforo que te avisa de que, sin embargo, las cosas no son así. Entonces comprendí que lo que nos pasa por la mente, nuestro sin vivir constante, era cosa de un imposible, ni más ni menos que una cuestión de fe.
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